Esta casa, diseñada por el maestro Gustavo Acuña, llama la atención desde el principio con su terreno enorme y abundante vegetación. La forma del terreno obliga a hacer un recorrido hasta llegar al punto más alto y retirado, donde se emplazó la casa. En medio del terreno, hay una alberca que, en lugar de opacar la obra, potencia su fachada plástica, que invita al espectador a entrar a la casa y explorar todo lo que tiene que ofrecer.